Moon Fairy

martes, 5 de mayo de 2015

El Jardinero y La Flor Silvestre

En una ruta campestre,
asomó dulce y silvestre, una flor,
fulguraba en la maleza
y al contemplar su belleza, su candor
-exclamó un jardinero:
¡Qué bonita! Yo la quiero, en mi jardín,
luce tierna y delicada
y su corola pintada de rubí,
adornaría majestuosa, mucho más que una rosa, mi vergel,
tiene más lozanía,
elegancia e hidalguía, que un clavel.

La trasplantó el jardinero con sutileza y cariño,
la cuidó con tal esmero, con la dulzura de un niño.

Receloso la cuidaba
desde el alba hasta la puesta vesperal,
se vistió de resplandores,
opacando a las flores del rosal.

Ofrendó la flor su gracia
y su exótica fragancia, solo a él,
cándida besó su frente,
Y él bebió del afluente de su miel,

Sucedió una mañana
que sus pétalos de grana, no regó,
desde el jardín ella le invita,
él acudió a la cita y exclamó:
yo te veo sosa y sencilla,
igual que una campanilla, sin verdor,
eres planta que se pisa
tu rareza me da risa ¡fue un error!
Vuelve al campo, engañosa,
Flor de espinas, poca cosa, para mí
ya mire otro capullo,
mucho más fino que el tuyo, un alelí.
Vuelve al suelo rastrera,
de mis fugaces quimeras, una más
¿Y compararte siquiera, con las flores de mi vera? ¡Eso jamás!

-Triste y pálida, inocente,
trémula ante el insolente, -agonizó-
y él sin más ni más escarnio
como alma que lleva el diablo- la arrancó-


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